Fabián Cruz Uribe
Docente F.M.V. – U.A.N.
Aunque el sector ganadero viene desempeñando un papel
creciente en la economía agrícola en el mundo,
no se puede desconocer que su actividad ha aumentado la presión sobre varios
ecosistemas y ha contribuido a muchos de los problemas medioambientales.
El
cambio climático y el calentamiento global son temas abordados hoy por el común
de la gente ante el evidente deterioro medio ambiental y sus consecuencias
catastróficas. Para nadie es un secreto que los ciclos invierno-verano se han
visto alterados y han perdido su regularidad. Es así como se puede observar que
en los campos y en las grandes urbes con frecuencia se padece por falta de
agua, o, por el contrario, se sufre por los rigores del invierno. El agua se
torna en un recurso limitante en la producción y para la vida, en medio de la
paradoja de vivir en un planeta compuesto por 3/4 partes de agua. Cerca de 1200
millones de personas en el mundo carecen de agua potable, y casi 3000 millones
no tienen agua para bañarse o asearse, debido a que el 97,5 por ciento del agua
total que alberga la Tierra
es agua salada (Unesco, 2006).
Por
otra parte, la degradación de los suelos, lejos de decrecer, avanza a un ritmo
de 20 millones de hectáreas al año. Procesos como la desertización, afectan ya
al 25 por ciento de la superficie del planeta, habitada por el 15 por ciento de
la población mundial. El 73 por ciento de las zonas áridas de África están
seriamente dañadas, y el 25 por ciento de América Latina se ha deteriorado
(Fao, 2006; Unesco, 1992). Sólo en los últimos 100 años, el planeta ha perdido
casi la mitad de su superficie forestal, y los procesos de degradación de las
tierras altas en las cordilleras, han afectado seriamente la regulación del
agua desde ellas hacia los ríos, a causa de la presión poblacional y
agropecuaria.
Presión sobre los
recursos naturales
La
utilización de productos químicos para combatir insectos, plagas y malezas, así
como el uso indiscriminado de fertilizantes aumentaron la productividad
agrícola, pero como advirtió la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del
Desarrollo desde 1988, su exceso está amenazando la salud humana y la vida de
las demás especies, haciendo referencia especifica a que alrededor de 400 mil
personas por año sufrían gravemente los efectos de los pesticidas, provocando
desde malformaciones congénitas hasta cáncer, y de ellas, unas 10 mil morían
principalmente en países en desarrollo. Esas cifras han crecido desde entonces
y actualmente la Unesco
reporta que resultan gravemente envenenadas cada año entre 3,5 y 5 millones de
personas.
Toda
esta presión sobre los recursos naturales es impulsada desde los países
desarrollados, quienes con una cuarta parte de la población mundial,
consumen en promedio cerca del 70 por
ciento de los recursos de la Tierra ,
generando las dos terceras partes de las emisiones de dióxido de carbono, uno
de los gases responsables del calentamiento global, y produciendo el 95 por
ciento de los residuos radiactivos del mundo desde sus centrales nucleares. Sin
embargo, ¿la ganadería tiene alguna responsabilidad u obligación frente a esta
crisis medioambiental?
Como
se ve, la industrialización y el crecimiento demográfico han roto el delicado
equilibrio medioambiental de la
Tierra. En el marco del llamado Foro de Río, los expertos
precisaron que la actual población necesitaría de los recursos de tres planetas
tierra, para que todos alcanzáramos un nivel de consumo semejante al de los
países desarrollados. En otras palabras, al parecer hemos superado ya la
capacidad de carga del planeta (es decir, el terreno productivo disponible para
satisfacer las necesidades de cada uno de los más de 6 mil millones de
habitantes del planeta). Tal como lo afirmara Alexander Müller, de la Fao , “la degradación
medioambiental puede amenazar la productividad agrícola y la seguridad
alimentaria mundial”.
Se espera que la producción mundial de carne
pase de 229 millones de toneladas en 2001 a 465 millones de toneladas en el 2050.
Sin
embargo, las proyecciones indican que la población mundial continuará
aumentando en el futuro. Si se espera reducir la cifra de los casi 900 millones
de personas que son hoy víctimas del hambre, se debe incrementar la producción
agropecuaria junto con una mejor distribución de alimentos. En ese sentido, se
espera que la producción mundial de carne pase de 229 millones de toneladas en 2001 a 465 millones de
toneladas en el 2050. Algo similar se espera que ocurra con la producción
lechera, pues se estima pasará a su vez de 580 a más de 1000 millones de
toneladas, la mayor parte generada en sistemas de explotación intensiva en
países como China, India y Brasil (Schlecht, 2008). Cifras importantes, que
muestran las claras posibilidades de crecimiento económico que puede tener el
sector ganadero en Colombia si mejora su eficiencia. (Bélgica produce un poco
más de carne bovina por año que nuestro país en un área correspondiente al 4 por ciento del territorio colombiano).
Y
aunque el sector ganadero viene teniendo un papel creciente en la economía
agrícola mundial, proporcionando empleo e ingresos para casi 1000 millones de personas,
no se puede desconocer que su actividad ha aumentado la presión sobre muchos
ecosistemas, y ha contribuido a muchos de los problemas medioambientales en el
mundo. Entre otros, se sabe que la
ganadería produce al menos el 9 por ciento del total de las emisiones de
dióxido de carbono, y el 37 por ciento de las emisiones de metano, gases que
incrementan el efecto invernadero.
La
deforestación ocasionada por actividades relacionadas con la agricultura y la
ganadería provocó que -entre 1990 y 2000- los países tropicales perdieran cerca
del 10 por ciento de sus áreas de bosques. Además, su actividad consume
directamente cerca del 8 por ciento del total mundial de agua, contribuyendo al
agotamiento de los recursos hídricos (Schlecht, 2008).
La
deforestación ocasionada por actividades relacionadas con la agricultura y
ganadería provocó que -entre 1990 y 2000- los países tropicales perdieran cerca
del 10 por ciento de sus áreas de bosques.
Alternativas
al problema
En
ese sentido, el desarrollo de sistemas productivos eficientes y apropiados a
las condiciones medioambientales se hace inaplazable. La investigación y la
búsqueda de alternativas que reviertan la rápida degradación de los ecosistemas
de los cuales obtenemos recursos y beneficios (madera, agua, alimento,
minerales, entre otros) se hacen prioritarias. Y aunque los países hoy miran su
futuro con base en la generación de productos exportables y la importación de
otros más, no es posible concebir un escenario con prosperidad donde los
recursos agua, suelo y aire estén ausentes o deteriorados.
Por
tanto, no sólo es necesario considerar hoy la sostenibilidad económica de un
proyecto sino que es preciso también tener en cuenta el componente medio
ambiental, regido bajo dos principios fundamentales en la formulación de
cualquier proceso productivo:
Las
tasas de recolección, cosecha o aprovechamiento no superarán a las de
regeneración del sistema. Y
las tasas de emisión de residuos serán inferiores a las capacidades de
asimilación de los ecosistemas (Daly,1997).
Una cuarta parte de la población mundial consume en promedio cerca del 70% de los recursos de la Tierra , generando las dos terceras partes de las emisiones de dióxido de carbono, uno de los gases responsables del calentamiento global.
No
sólo los nuevos retos medioambientales, sino los cambios en los hábitos, por
parte de un consumidor mejor informado, obligan a pensar en nuevas alternativas
en la producción pecuaria, así como también en estrategias que promuevan el
bienestar y la salud animal. Hoy, cada vez es más creciente el número de
consumidores dispuestos a pagar un mayor precio, si obtienen un alimento producido
de forma amigable con el medio ambiente, y libre de residuos de pesticidas, y antiobióticos,
e incluso consideran si durante la crianza, los animales no fueron sometidos a condiciones
de manejo cruel. Como se sabe, es el consumo el elemento encargado de halar la
producción, y los métodos de producción están sufriendo un nuevo ajuste mundial
ante estos nuevos retos. Esto ha provocado, entre otras causas, que sea indispensable
el incentivar la agrobiodiversidad, y hacer uso de la agroecología, y la producción
animal orgánica como alternativas ambientales sustentables.
Hoy, cada vez
es más creciente el número de consumidores dispuestos a pagar un mayor precio,
si obtienen un alimento producido de forma amigable con el medio ambiente, y
libre de residuos de pesticidas, y antiobióticos
Las
estadísticas muestran cómo el consumo de productos orgánicos certificados (es
decir, aquellos que no son organismos genéticamente modificados, ni que han
recibido tratamientos con antibióticos, hormonas, fertilizantes, agroquímicos o
plaguicidas) en países como Alemania y Estados Unidos fue, según la FAO , superior a 10.000
millones de dólares en el año 2000. Y en los últimos siete años la superficie
de granjas certificadas en el mundo ha aumentado en 600 por ciento. Como dato
curioso estos países son productores de insumos agroquímicos, pero a su vez,
son los de mayor crecimiento en el consumo de productos orgánicos.
Es
innegable que la ganadería ha contribuido en la degradación ambiental en
procesos como la liberación de metano a la atmósfera, degradación de suelos por
procesos de deforestación y sobrepastoreo, contaminación de aguas con productos
químicos y de aire con las quemas, entre otros. Y a pesar de que el problema
medioambiental es complejo, y sus efectos pueden ser vistos y analizados desde
diferentes ángulos, la ganadería puede dejar de ser vista como un agente nocivo
al medio, en la medida que desarrolle procesos productivos sustentables y
eficientes, y que los métodos educativos alcancen también a pequeños y medianos
productores.
Bibliografía
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http://www.oei.es/decada/accion23.htm
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«Nueva cultura del agua» [artículo en línea]. OEI. http://www.oei.es/decada/accion06.htm
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