Por Antonio Arcila A., Administrador de Empresas,
M Sc., Administrador de la finca Oro Hermanos.
José Óscar Sierra P., Zoot. M Sc.
La existencia de
seis desiertos en el país hace reflexionar sobre los modelos de producción en
la ganadería
La nación que destruye sus suelos se
destruye a sí misma (T. Roosevelt 1947)
Hoy existen en Colombia seis
desiertos cuyo proceso de formación se tomó,
en la mayoría de ellos, más de quinientos años. Sin embargo, la situación que
exhiben la mayoría de las zonas ganaderas, tanto en el trópico alto como en el
trópico bajo, hacen pensar que ya no serán necesarios tantos años para seguir
creando desiertos en zonas como la altillanura del Caribe, Urabá, altiplanos de
Túquerres e Ipiales, Bajo Cauca, Valle del Cauca, entre otros, donde el
deterioro de sus suelos, la pérdida de aguas vivas y la profundización de aguas
subterráneas es cada vez más preocupante. Pese a esta situación, la
indiferencia de los organismos del Estado, que tienen que ver con la
conservación de los recursos naturales y medio ambiente, es casi total. Este
hecho refleja una visión muy pesimista para la supervivencia de las
generaciones futuras.
Desde la conquista se impuso
en el territorio nacional el modelo de la agricultura de zona templada que
degrada los recursos naturales. Los escritos coloniales hablan de selvas
exuberantes con frutales, fauna y alimentos en los hoy desiertos de Villa de
Leyva, Candelaria, Tatacoa y Alto Patía. Sus selvas se talaron para construir
cercas ganaderas, obtener maderas y energía. El suelo pasó al sistema de
agricultura europea y se volvió desierto. La política agrícola y la educación,
impulsaron el sistema de zona templada y la nueva revolución agroquímica como
paradigma. Las mejores tierras copiaron la agricultura norteamericana con
tractores y arados a suelo desnudo, con quemas y uso de agroquímicos. Se
impulsó el monocultivo limpio de arvenses, que es un grave error en el medio
tropical de alta diversidad vegetal. Las explosiones de insectos plagas se
presentaron rápidamente. En pocos años se vio la degradación de los suelos y el
fracaso general de la agricultura (Forero 2002).
Muestra clara de estos procesos
degradativos la constituyen áreas agrícolas en los departamentos del Cesar,
Sucre y Tolima y zonas ganaderas de la Costa Atlántica en
los departamentos de Bolívar, Sucre y Córdoba hacia la zona de Tierra Alta,
donde el deterioro de los suelos, manifestado por la pérdida de la capa
superficial, y de fuentes de agua viva son altamente preocupantes,
encontrándose fincas, que durante las épocas secas, acuden al pueblo más
cercano para comprar agua de pozos o aljibes para el consumo humano.
Una visión al modelo de
producción que maneja la ganadería de carne en el trópico bajo en el país,
permite señalar algunas características de los sistemas de explotación
predominantes, que han contribuido al enorme daño de los recursos naturales,
especialmente el suelo y la abundancia de agua, como son las siguientes:
Uso generalizado de un modelo tradicional de producción, basado
en un sistema típicamente extractivo, donde se da muy poca o ninguna
importancia a la remineralización de los suelos, hecho que ha significado un
agotamiento paulatino de las reservas de nutrientes y una disminución de la
fertilidad potencial, como consecuencia de las pérdidas ocurridas a través de
la extracción por los pastos y la exportación fuera del sistema a través de la
producción animal; además de las pérdidas por lixiviación, lavado, fijación y
volatilización.
El contacto permanente de los animales con sus
estiércoles frescos y el sobrepastoreo (pastoreo a baja altura) crean
condiciones para la infestación permanente de parásitos internos y externos,
llevando a la necesidad de usar vermífugos y antiparasiticidas.
El modelo no considera que la
reserva de nutrientes del suelo es finita, y que en cualquier momento la
cantidad presente de algunos elementos puede llegar a niveles subóptimos para
las especies que se han venido cultivando. Un ejemplo claro lo constituye la
situación que hoy enfrenta la mayor parte de la altillanura del caribe y otras
zonas ganaderas del país, donde los suelos ya han sufrido un proceso de
degradación en su fertilidad natural a través del uso continuado en ganadería;
proceso que se manifiesta ahora por el cambio de coberturas originales de
angleton (Dichanthium aristatum
(Poir.) C. E. Hubb.), guinea (Panicum
maximum Jacq), climacuna (Dichanthium
anulatum (Forsskal) Stapf) y puntero (Hyparrhenia
rufa (Nees) Stapf) a coberturas de kikuyina o colosuana (Bothriochloa pertusa (L.) A. Camus) y
otras especies nativas de menores requerimientos nutricionales. La pregunta que
surge a este respecto es: ¿después de kikuyina y especies nativas qué seguirá?
Este modelo se caracteriza por
el uso generalizado de:
a)
El sistema
de pastoreo continuo, el cual tiene que utilizar carga animal muy baja y
así se facilita la alta selectividad del animal, haciendo que éste dirija su
consumo en forma más intensa y frecuente sobre las especies más gustosas, que,
generalmente, son las de mejor calidad forrajera en la pastura; así se favorece
el crecimiento y desarrollo de arvenses y especies no deseables, lo que
necesariamente conlleva a la degradación de la composición botánica, al
mantener todo el tiempo las especies más deseables agotadas en sus reservas
nutritivas y con baja capacidad de rebrotar, sin darles oportunidad para que se
recuperen después de ser cosechadas por el animal, lo que al final ocasiona su
desaparición. En otras palabras, es un sistema agotador de las especies
forrajeras y favorecedor de las arvenses; y un enmalezador y degradador de la
composición botánica de los potreros.
Como consecuencia de lo anterior, este modelo crea condiciones que hacen necesario el uso de herbicidas para
poder contrarrestar la alta agresividad de las arvenses y especies no
consumidas por el animal.
El parámetro que mejor expresa la producción en ganadería es la
producción por unidad productiva. Esta última en ganadería es la unidad de
área, medida esta como hectáreas, cuadras o acres. La producción por unidad de
área es el producto de la carga animal por la ganancia diaria promedia.
La baja carga animal que utiliza el pastoreo continuo favorece las
ganancias diarias por animal, debido a la alta selectividad que le permite al
animal; pero los niveles tan bajos de carga que se utilizan hace que se logre
una baja productividad por unidad de área, ocasionando una baja eficiencia en
la utilización del forraje producido. Así mismo, permite una baja utilización
de la infraestructura instalada (cercas, bebederos, saladeros) por unidad
animal. El contacto permanente de los animales con sus estiércoles frescos y el
sobrepastoreo (pastoreo a baja altura) crean condiciones para la infestación
permanente de parásitos internos y externos, llevando a la necesidad de usar vermifugos
y antiparasiticidas. Además es un sistema que hace que las especies forrajeras sean
más susceptibles a los ataques de los insectos plagas.
b)
El concepto potrero
limpio de malezas, que manejan los dos modelos de producción en el país,
tanto en ganadería de leche como de carne, ante el convencimiento de que así la
producción y oferta de forraje es más alta; situación que se cumple únicamente
durante la época de lluvias, cuando la oferta de forraje nunca es crítica; pero
que agrava demasiado la escasez de forraje verde durante la época seca, donde
las gramíneas -con su sistema radicular superficial- son incapaces de conservar
o producir material verde, como sí lo hacen las especies de sistema radicular
más profundo. El concepto de potrero limpio, con sólo gramíneas de raíces
superficiales, no permite un eficiente reciclaje de nutrientes, necesario para
el mantenimiento de la fertilidad natural del suelo y para la sostenibilidad
del ecosistema.
Con la
utilización indiscriminada de herbicidas para mantener los potreros limpios de
arvenses, se causa la desaparición de las leguminosas nativas y muchas especies
indispensables para el equilibrio ecológico del ecosistema. Con el uso del
monocultivo de gramíneas se afecta la diversidad de la biota del suelo
(lombrices, nemátodos, colémbolos, coleópteros, arácnidos, gusanos, microorganismos); se hace al sistema más
susceptible al ataque de plagas y enfermedades; no se le permite al animal
balancear estacionalmente su dieta, ni mantener su salud mediante el consumo de
algunas arvenses que son medicinales; no se favorece el ciclo del carbono o
proceso de fotosíntesis, especialmente en épocas de baja precipitación y alta
temperatura ambiental (verano), donde las gramíneas no pueden crecer; no se
favorece tampoco el ciclo del agua al mantener sin vegetación protectora las
quebradas, caños, represas y humedales y favorecer la evaporación del agua
directamente de los espejos de agua a pleno sol. El potrero limpio ha causado
un gran deterioro de los recursos naturales (aguas, suelos, flora, fauna
silvestre, biota del suelo).
Con la
utilización indiscriminada de herbicidas para mantener los potreros limpios de
arvenses, se causa la desaparición de muchas especies indispensables para el
equilibrio ecológico del ecosistema.
Los suelos
de los potreros limpios son más susceptibles a compactarse superficialmente y a
sellarse internamente, debido a la ausencia de plantas de raíces profundas
descompactadoras y aireadoras, haciendo necesario el uso de labranza vertical
con renovadores o arados de cincel.
c)
Potreros
no arborizados y sin cercas vivas. Los árboles son indispensables para la
conservación del suelo y para un efectivo ciclo del agua, ya que con sus copas
disminuyen el impacto directo de las gotas de lluvia sobre el suelo y con sus
raíces a varios metros de profundidad aumentan la porosidad y permeabilidad del
suelo, favoreciendo la capacidad de infiltración y retención del agua;
aumentando así el almacenamiento o
recarga de aguas subterráneas que alimentan los nacimientos, quebradas y ríos;
hacen más fresca la temperatura ambiente a nivel de cobertura de la pastura en
las horas más calurosas del día y así disminuyen la evapotranspiración
potencial de la cubierta del suelo, haciendo menos severo el déficit hídrico al
finalizar la estación de lluvias.
Los árboles son indispensables para mantener una fauna silvestre
diversa, necesaria para el equilibrio biológico del ecosistema. Son fuente de
alimento para la fauna silvestre, los bovinos y los humanos. Son reguladores
del clima, haciendo más favorable la temperatura durante las horas del medio
día y disminuyendo los vientos calientes desecadores durante estas mismas
horas.
En los
potreros sin árboles en el trópico bajo, la temperatura a nivel de la cobertura
de la pastura se eleva por encima de los 40ºC entre las 10:30 y las 15:00 horas en días
de sol, haciendo que las plantas de la pastura cierren sus estomas y paren su
función fotosintética por aproximadamente cuatro horas; esto significa una
pérdida aproximada del 50 por ciento del potencial de producción diaria de la
pastura durante las horas más importantes del período total de brillo solar que
es de ocho horas por día aproximadamente (Forero sin fecha). Además, la
ausencia de árboles afecta negativamente el comportamiento productivo del
animal en pastoreo, especialmente, durante los períodos de alta temperatura y
humedad; en un potrero sin árboles se disminuye la protección y actividad
biológica del suelo.
Los suelos de los potreros
limpios sin árboles ni plantas, son más susceptibles a compactarse
superficialmente y a sellarse internamente, causando un gran deterioro de los
recursos naturales (aguas, suelos, flora, fauna silvestre, biota del suelo).
d)
Pastoreo a
baja altura. El pastoreo a baja altura no deja suficiente hoja residual a
las plantas, para que la recuperación se pueda hacer a base de fotosíntesis
desde el mismo momento en que el animal las consume y no a base de reservas
nutritivas, que es el otro mecanismo que puede utilizar la planta cuando no se
le dejan hojas u órganos de síntesis, pero que significa un período de crecimiento
muy lento que dura hasta tanto la planta haya formado hojas suficientes para su
función fotosintética normal.
El pastoreo
a baja altura y frecuente mantiene a las especies forrajeras de la pastura, que
son más consumidas, con bajo vigor o fuerza de rebrote, lo que conlleva a la
degradación de la composición botánica de la pastura, significando primero la
desaparición de las especies de porte alto y erectas, que generalmente son las
de mayor rendimiento y de mejor calidad nutritiva, y favoreciendo la invasión
de especies de porte bajo, rastreras o estoloníferas, como las gramas y la
kikuyina o colosuana (Bothriochloa
pertusa (L.) A. Camus) que generalmente son de menor rendimiento y menor
calidad. Favorece el enmalezamiento de los potreros a la entrada de lluvias
después del verano fuerte, debido a que las especies forrajeras que fueron
consumidas por el animal se encuentran agotadas y con bajo vigor o fuerza de
rebrote, ante la agresividad de las arvenses y especies no consumidas por el
ganado que alcanzaron a dejar una alta reserva de semillas y altas reservas
nutritivas almacenadas para facilitar su rebrote al llegar las lluvias. Además,
degrada el suelo, ya que al disminuir la cubierta protectora, favorece la
erosión laminar, causada por el salpique de las gotas de lluvia y por el lavado
del agua superficial que no se alcanza a infiltrar en el mismo.
El pastoreo
a baja altura favorece la infestación del ganado por parásitos intestinales, ya
que las larvas de éstos se ubican en los primeros centímetros sobre el nivel
del suelo, donde las condiciones de sombra y humedad las favorece (Gerrish
2003).
El pastoreo
a baja altura no favorece la acumulación de material vegetal muerto (detritus o
mantillo) en el suelo, y no favorece, por tanto, el contenido de materia
orgánica que es muy importante para el mantenimiento de la actividad biológica
y la fertilidad del suelo.
El pastoreo
a baja altura favorece el lavado de los suelos, debido a que la baja altura de
la cobertura y la baja presencia de detritus no son eficientes para disminuir
la velocidad y fuerza de arrastre del agua de escorrentía, permitiendo que ésta
arrastre buena cantidad de suelo desprendido por el impacto directo de las
gotas de lluvia sobre el suelo descubierto. Igualmente, no favorece el ciclo
del agua, ya que al no disminuir la velocidad del agua superficial, hace que
ésta no se infiltre o se almacene dentro del suelo subterráneo y se pierda por
derrame o escorrentía superficial; el pastoreo a baja altura favorece la
evaporación de agua desde el suelo superficial, facilitando el resecamiento
temprano de los suelos después de finalizar la temporada de lluvias.
El pastoreo
a baja altura afecta negativamente el ciclo del carbono (proceso fotosintético
de la pastura), ya que crea o alarga la fase de crecimiento lento, donde la
fotosíntesis es muy baja, haciendo también más larga la recuperación de la
pastura y reduciendo el rendimiento total y el número de pastoreos por año.
Lo anterior, muestra la
necesidad de revisar el modelo actual de manejo tradicional y el concepto de
potrero que se viene utilizando en la ganadería del país, donde han sido
excluidos, casi en su totalidad, los árboles y las arvenses de raíces profundas
en un modelo que sólo quiere ver horizontes de pasto y cielo, a base de
potreros limpios formados con una sola especie de pasto (monocultivos) o en
algunas situaciones con muy pocas especies de gramíneas exclusivamente.
El medio ecuatorial,
caracterizado por la incidencia de la más alta radiación solar, alta
precipitación, alta temperatura y alta humedad relativa, requiere del nuevo
diseño de un modelo de potrero tropical,
donde la presencia de una alta biodiversidad (diversidad de plantas y animales)
se constituya en la esencia del ecosistema. La diversidad de plantas abarca la
presencia de árboles, gramíneas, leguminosas y arvenses de tipos herbáceas y
arbustivas. La diversidad de animales debe incluir peces, pequeños mamíferos,
aves, reptiles e insectos.
En un modelo
de potrero tropical hay presencia
de una alta biodiversidad de plantas y animales. La diversidad de plantas
abarca la presencia de árboles, gramíneas, leguminosas y arvenses de tipos
herbáceas y arbustivas.
El primer recurso fundamental
para definir el tipo de pastura tropical es el suelo, porque el tipo de pasto
tiene que estar muy bien adaptado a éste, en la misma forma como el ganado
tiene que estar adaptado al tipo de pasto y todo el conjunto ser compatible con
el clima.
El segundo elemento fundamental
que define la capacidad productiva de una pastura tropical es la disponibilidad
de agua. El rendimiento de las especies forrajeras depende mucho de la
disponibilidad de agua y ésta depende fundamentalmente de la precipitación, de
la permeabilidad del suelo y de su capacidad de almacenamiento. Una vegetación
de cobertura densa y sus residuos mejoran la estructura del suelo y, por tanto,
incrementan la circulación del aire y del agua en su interior y su capacidad de
almacenamiento, necesarios para el metabolismo y la nutrición eficiente de las
plantas. En un suelo bien estructurado, las raíces son capaces de explorar un
mayor volumen de suelo para captar más agua y nutrientes. Por eso, las plantas se
pueden desarrollar mejor y verse menos afectadas por las sequías. Al integrar
arvenses de raíces profundas y árboles en el potrero tropical, se incrementará aún
más la producción de forraje y el rendimiento global del sistema.
Las plantas absorben agua del
suelo y la transpiran a través de sus estomas en presencia de una atmósfera
circundante con baja humedad relativa. Cuando el viento dispersa el vapor de
agua, secando el aire alrededor de las
plantas, éstas transpiran mayor cantidad
de agua y absorben más agua del suelo y éste se seca en menor tiempo; pero
cuando el aire se satura de vapor de agua, las plantas no pueden transpirar más
y las pérdidas de agua del suelo se hacen mucho menores.
Datos obtenidos en Brasil
(Primavesi 2002) han demostrado que en potreros abiertos, sin presencia de
árboles, el viento puede sustraer del ambiente hasta 700 mm de agua al año. Si se
plantan arbustos y árboles como protección contra el viento y las brisas, se
reduce fuertemente la transpiración y la pérdida de agua en los pastizales. Así
se conservaría mayor cantidad de agua disponible en el suelo para el crecimiento
de las plantas, especialmente, en épocas de baja precipitación.
De acuerdo con Primavesi 2002,
cuando la temperatura de la superficie de los suelos tropicales es mayor a 33°C , las plantas no pueden
absorber ni agua ni nutrientes. Las arvenses de raíces profundas y los árboles
pueden actuar como reguladores de la humedad ambiental y de la temperatura al
extraer agua del subsuelo y al liberarla por transpiración. Es por esto que,
por ejemplo, la sombra de los árboles produce una temperatura más fresca que la
sombra artificial.
El animal es un ser vivo que
necesita estar cómodo para rendir adecuadamente y la sombra de los árboles le
ofrece esa comodidad. En Brasil se ha detectado que en la época más fría, a la
sombra de los árboles, se cuenta con una temperatura de 3 a 4°C más alta que fuera de la
copa del árbol y en épocas de alta temperatura, de 3 a 4°C más baja. Igualmente, que
los potreros que cuentan por lo menos con 50 árboles de sombrío por hectárea,
permiten un incremento del rendimiento de producción de leche del 15 al 30 por
ciento más alto, y aproximadamente 20 por ciento más de producción de carne. Lo
que hace que el ganado produzca bien no es sólo la cantidad de alimento o la
energía consumida ni la digestibilidad del forraje, también es importante que
los animales se sientan cómodos (Primavesi 2002).
El
nuevo modelo debe ser un potrero donde todos sus componentes contribuyan de una
manera eficaz al equilibrio ecológico del ecosistema y al confort de todos sus
componentes, incluyendo el animal. Los postes de cemento y de plástico deben
ser remplazados por cercas vivas, construidas por especies de árboles
Todo lo anterior crea la
urgente necesidad de revisar el modelo de potrero tropical utilizado hasta
ahora en la ganadería del país y que favorece el empobrecimiento y degradación
de los diferentes ecosistemas. Si no se controla el modelo, se construirán más
desiertos a lo largo de la geografía nacional.
El nuevo modelo debe ser un
potrero donde todos sus componentes contribuyan de una manera eficaz al
equilibrio ecológico del ecosistema y al confort de todos sus componentes,
incluyendo el animal. En este orden de ideas, los postes de cemento y de
plástico deben ser remplazados por cercas vivas, construidas por especies de
árboles que les permitan a las aves construir sus nidos, a las avispas sus
avisperos y a los insectos sus nidos o refugios. Que sean fuentes de frutos y
forraje para los diferentes animales, especialmente, en las épocas de escasez.
Este potrero debe ser
arborizado en toda su extensión, incluyendo entre 40 a 70 árboles por hectárea,
con especies maderables y que produzcan frutos o vainas para los animales, que
no cierren totalmente sus copas para que la luz solar alcance el piso debajo de
las mismas; por tanto, se deben elegir especies de hojas pequeñas, donde las
leguminosas de las subfamilias Mimosoideae
guamo (Inga diversifolia Benth.),
acacias (Acacia spp), carboneros (Pithecellobium spp), orejero o piñón de
oreja (Enterolobium cyclocarpum (Jacq.)
Griseb), trupillo o cují negro (Prosopis
juliflora (Sw.) D. C.), iguá, cedro amarillo, nauno amarillo (Pseudosamanea guachapele (H.B.K.)
Harms.), samán, campano, nauno negro (Samanea
saman (Jacq) Cerril.), acacia forrajera (Leucaena leucocephala (Lam.) De Wit), acacia nagra (Acacia decurrens Willd), acacia
bracatinga (Albizzia lophanta
(Eilld.) Benth.), entre otras, son las
más deseables por su capacidad para fijar nitrógeno y por su aporte como
forraje para el ramoneo en las ramas más bajas durante el verano. Se reporta
por Mejía (s. f.) que en el trópico llega dos veces la intensidad de luz
necesaria para la máxima fotosíntesis, por tanto, la arborización puede
interceptar hasta un 50 por ciento de la luz incidente sin afectar los
rendimientos de la pastura.
También es importante combinar
especies de porte alto, medio y bajo para favorecer todo tipo de avifauna, ya
que hay aves que prefieren árboles de copas altas, otras copas medias y otras
copas bajas. Desde el punto de vista de ataque de plagas o enfermedades, la combinación
de varias especies de árboles es más recomendable que el monocultivo.
La arborización de potreros es
un proceso complicado, difícil, lento, y costoso, que debe ser planeado
inteligentemente, con el fin de que estos cumplan, con sus copas y raíces,
todas sus funciones importantes con respecto del equilibrio ecológico y
sostenibilidad del ecosistema. En el modelo de pastura tropical que se propone
la cobertura del piso, con su diversidad de especies, debe ser responsable totalmente
de la alimentación de los animales durante todo el año; por tanto, no se
considera acertado realizar un gran esfuerzo técnico y económico para plantar
árboles en el potrero para que los animales se los coman en cada pastoreo,
manteniéndolos a baja altura, con lo cual no se obtendrían sus mayores
beneficios para la estabilidad del ecosistema. A los árboles se les debe permitir
que se desarrollen totalmente para que puedan desempeñar todas sus maravillosas
funciones de que los ha dotado la naturaleza; esto no excluye la opción de que
los animales puedan consumir el forraje de sus ramas más bajas y de fácil
acceso durante el verano.
Para facilitar la introducción de los árboles a los
potreros se puede aprovechar la cerca eléctrica, para construir con ella los
cerramientos temporales que les brinden protección a los árboles hasta que su
copa escape al consumo de los animales. Estas líneas y sus cerramientos
internos en los potreros se pueden extender con alambre de menor calibre al
utilizado para la cerca del potrero, o utilizar un alambre de menos costo, que
podría ser el llamado dulce.
La figura 1 muestra la manera como se puede utilizar
temporalmente la cerca eléctrica del potrero, para proteger los árboles durante
los dos primeros años después del trasplante.
El arreglo u ordenamiento de los árboles en el potrero
más recomendable es el de siembra en triángulo o tresbolillo, con el propósito
de lograr también el efecto de barreras rompevientos.
La cobertura de la pastura debe
estar formada igualmente por una alta diversidad vegetal, incluyendo gramíneas,
leguminosas y arvenses de tipos herbáceos y arbustivas. Se sugiere que esta
proporción debe ser 50 por ciento gramíneas, 30 por ciento leguminosas y 20 por
ciento de arvenses más 40 a
70 árboles por hectárea.
Figura
1. Modelo
propuesto para la arborización de potreros en arreglo tresbolillo, utilizando
la cerca eléctrica temporal para la protección de los arbustos sin excluir el
pastoreo.
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